La presencia del queso en el refranero popular es tan amplia que señala cuanto de importante es este alimento en la gastronomía española. Un ejemplo muy popular es ese de “con buen queso y mejor vino, más corto se hace el camino”. Pero hay decenas de ejemplos que señalan esta circunstancia.
Existen muchas formas de tomar este derivado lácteo y muchos tipos de quesos, pero hoy nos centramos en el queso añejo reserva para incidir en sus propiedades beneficiosas para la salud.
¿Qué hace diferentes al queso añejo reserva?
Los quesos de este tipo se someten a un proceso de maduración de 12 meses o más. Esto aporta un sabor mucho más intenso y aromatizado. La corteza, a la que no se le aplica ningún tipo de tratamiento, se recubre con aceite de oliva y en todo este tipo el queso va respirando a través de la corteza, lo que la convierte en comestible una vez pase todo este tiempo.
Si ya este alimento es muy beneficioso para la salud, por su capacidad de reducir la tensión arterial y mejorar el aspecto cardiosaludable, con los quesos añejos se introducen nuevos aspectos positivos. De hecho, a mayor tiempo de curación, mejor tolerancia a la lactosa, pues en este proceso se va perdiendo el contenido en este azúcar.
A su vez, el queso añejo aumenta el nivel de pH en el organismo y retrasa la aparición de caries. Es un alimento rico en proteínas, vitaminas y minerales. De ellos destaca especialmente el calcio, que es imprescindible para fortalecer el sistema óseo.
El queso añejo Reserva está elaborado a partir de leche de oveja pasteurizado y se recubre habitualmente con corteza de manteca de cerdo comestible. De todos los quesos, esta tipología es la más intensa en cuanto a sabor, lo que puede provocar cierto rechazo en paladares más sensibles. No obstante, si te gusta el queso, el añejo reserva debe estar entre tus favoritos.